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HE HUZARS ENTERPRISES

Niño Dios De Tingambato, El. Tradiciones

Niño Dios De Tingambato, El. Tradiciones

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Obra breve y sustanciosa como sopa Purépecha cuyo sabor se expresa a lo largo de sus cuatro capítulos, todos bien hilvanados entre sí, e intercalados con fotografías, muy bien seleccionadas. Una perspectiva interdisciplinaria preside la orientación de este libro, al borrar la frontera entre la etnografía y la etnohistoria con la finalidad de dar cuenta de las diversas aristas que significan al proceso veneracional del niño Dios, al servicio de la propia comunidad muy preocupada por el curso de los conflictos que atravesaban en 2008, pero también por los riesgos que ellos implicaban para su patrimonio cultural local, en el cual se sitúa la tradición veneracional de niño Dios. Tradición inventada y asumida: El culto al Niño Dios de Tingambato es una tradición que encontró arraigo en el siglo XX y no en la época colonial, sin embargo, en esta veneración puede observarse cómo se repiten modelos de religiosidad anteriores puesto que se realiza por medio del sistema de cargos (mayordomías), se le celebra con misas, posadas, procesiones, con oraciones como se ha hecho con otros santos como el patrono Santiago. Así, podría decirse que esta es una nueva tradición, inventada. Hobsbawm afirma que “La «tradición inventada» implica un grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta o tácitamente y de naturaleza simbólica o ritual, que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición, lo cual implica automáticamente continuidad con el pasado.” (p. 17) Muchas veces, no siempre, el espejo simbólico de un culto en la cabecera municipal puede relevarse de manera más prístina apelando a los que se realizan en su hinterland. Pienso en otro niño Dios asociado al Carnaval y la petición de lluvias. En el pueblo de Pichataro en la meseta purépecha, durante las fiestas de carnaval el niño dios aparece jugando un papel central en el ritual de petición de lluvias. El colector, es decir el carguero del niño Dios orienta la faena comunitaria de la limpieza del manantial (Ávila, 1996: 103). El niño Dios de Tingambato se celebra en tiempo de secas, pero no queda claro si cumple algún papel en los rituales asociados al agua. ¿Tanikua (deidad del agua), Testaicheck (deidad de la tierra) Curicaueri (deidad del fuego) tendrán algo que ver con la reconfiguración simbólica purépecha de los íconos religiosos y sus cultos en Tingambato? El bestiario de Curicaueri y sus ligas con lo solar, el incendio y la fauna ritual y gastronómica nutren mis especulaciones. Ciertas lecturas de un libro -como la mía- terminan contaminando su contenido, al jugar especulativamente con posibles derivaciones. Martha ubica en la cromática simbólica del negro que acompaña una danza ceremonial que realizan los jóvenes en la localidad, las huellas omnipresentes de Curicaueri, enlazadas a las máscaras el poder, la ostentación y los santos. En esa dirección, nos preguntamos sobre el fuego, la contraparte simbólica del agua considerando la posible recepción de los lugareños de los dos incendios generados en tiempos de secas y que afectaron a la iglesia local según Martha Delfín: un 19 de marzo de 1844 y un 16 de abril de 1930. La autora da cuenta de la existencia de un expediente en el archivo parroquial sobre el segundo evento quemante y predador. Asociando este culto emergente pos incendio que afectó el lugar hegemónico que otrora tuvo el Cristo redentor se abren más interrogantes que certezas. Tradición inventada que no puede dejar de recibir las marcas culturales de un territorio cultural y étnicamente diverso. La recepción del proyecto evangelizador pasó tempranamente de los franciscanos a los agustinos, dejando en el imaginario de los pobladores de Tingambato sus simbólicas huellas. No es casual que el origen de tal culto haya suscitado disensos que Martha nos presenta en apretada síntesis: […] existen diversas opiniones sobre dos asuntos: desde cuando se le festeja y desde cuándo se le rinde culto como se hace en la actualidad, es decir, una celebración comunitaria que contempla el cuidado que durante un año realiza el carguero que lo alberga en su propia casa colocándolo en un altar. Según Aguilera Montañez y Próspero Maldonado, fue en la década de 1930 o quizás 1940 que el sacerdote Reynaldo Ávalos organizó a la población para realizar un culto comunitario en honor del Niño Dios. Es decir, ellos calculan un periodo de más aproximadamente 80 años de veneración popular y organizada hacia esta imagen religiosa. Precisamente, como parte de la devoción y culto, los visitantes a la casa del carguero o carguera en donde se halla el Niño Dios le llevan ropa de bebé o juguetes como regalo, éstos luego son obsequiados por el carguero a los niños de Tingambato. (p. 56)
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